
Probablemente hayas escuchado que las redes sociales y la pornografía están influyendo en cómo las y los adolescentes entienden y viven su sexualidad. Pero ¿te has parado a pensar en cómo construyen realmente su deseo y su atracción sexual o afectiva, o cómo debería vivirse la sexualidad y el amor?
En un estudio reciente, investigadoras del Grupo de Investigación Psicología de los Problemas Sociales, del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (Universidad de Granada) en colaboración con un proyecto del Dpto. de Sociología de la Universidad de Granada, han explorado esta cuestión entrevistando a adolescentes y jóvenes de Andalucía de entre 13 y 20 años.
El objetivo era comprender cómo se construye la sexualidad en la adolescencia, en un mundo donde el patriarcado, la cultura del romance, la pornografía y la violencia siguen muy presentes. Los resultados, publicados en la revista Sexuality & Culture, no solo revelan desigualdades preocupantes, sino también posibles caminos para el cambio.
Chicos y chicas viven su sexualidad de formas distintas
La primera conclusión es clara: chicos y chicas viven la sexualidad de manera muy distinta. Mientras que ellos tienden a enfocarse en el placer físico, la masturbación y el consumo de pornografía, ellas muestran mayor interés por el afecto, los vínculos, el amor y el cuidado en las relaciones. Esta diferencia no es casual: responde a una socialización desigual marcada por los mandatos de género, donde se enseña a los chicos a “conquistar” y a priorizar su propio placer y a las chicas a “entregar” o “cuidar”.
Con relación a la pornografía, también encontramos marcadas diferencias de género. Los chicos tienden a iniciarse en el porno desde edades más tempranas y lo utilizan como su principal fuente de aprendizaje sexual. Este consumo está fuertemente vinculado a una idea de masculinidad basada en el control, la falta de empatía y el placer individual.
Las chicas, en cambio, muestran una relación más distante y ambivalente con la pornografía. Aunque algunas también la consumen, lo hacen con menor frecuencia y mayor espíritu crítico. Muchas expresan incomodidad o rechazo hacia los contenidos, al considerar que cosifican a las mujeres, presentan prácticas que no se ajustan a sus deseos o experiencias y les demandan ciertas prácticas y estereotipos físicos. Algunas chicas, sin embargo, también reconocen que el porno les ha servido para explorar su sexualidad o aceptar su cuerpo.
En conjunto, estas diferencias reflejan cómo los mandatos de género y la desigualdad siguen condicionando la manera en que adolescentes se acercan al sexo y al deseo, y cómo la falta de educación sexual integral deja que sea el porno quien llene ese vacío.
Otro hallazgo preocupante del estudio es la naturalización de conductas de control y violencia en las relaciones de pareja. Desde revisar el móvil hasta decidir si la otra persona puede salir con sus amigos o estudiar una carrera concreta. Además, encontramos que en muchos casos, estos comportamientos, lejos de verse como violencia, son interpretados como señales de amor o cuidado. Esta confusión entre amor y control es especialmente fuerte en contextos donde hay poca formación en igualdad o relaciones sanas.
Sin embargo, no todo son malas noticias. El estudio también recoge indicios de cambio. Algunas chicas reivindican su derecho a decidir sobre su cuerpo y que los chicos sean más tolerantes con la diversidad sexual y de género. Por su parte, algunos chicos empiezan a cuestionar los modelos de masculinidad tradicionales, valorando más el consentimiento y la empatía. A medida que ganan experiencia y autonomía, algunos adolescentes muestran actitudes más igualitarias.
La educación sexual es urgente
Entonces, ¿qué podemos aprender de esto? Que no basta con ofrecer a los jóvenes información sobre anticonceptivos o enfermedades de transmisión sexual. Necesitamos una educación sexual integral, crítica y con perspectiva de género. Una educación que enseñe a detectar la violencia de género en su entorno y sus relaciones, a cuestionar los estereotipos sobre la sexualidad presentes en el porno, y a construir vínculos basados en el respeto, la comunicación y la libertad.
Este estudio también nos recuerda que la sexualidad no es solo algo biológico o íntimo: es profundamente social. La forma en que hablamos del deseo, el cuerpo o el amor está atravesada por creencias culturales, mandatos sociales y desigualdades de género.
Los resultados de este trabajo, aunque centrados en un contexto concreto de Andalucía, invitan a reflexionar sobre lo que aún queda por hacer. Apostar por incluir la educación sexual como “materia obligatoria” es una asignatura pendiente de nuestras políticas gubernamentales. Y promover una educación sexual crítica y transformadora no solo es necesario: es urgente.
Referencia
Navarro-Mantas, L, & Sáez-Lumbreras, A. (2025). Sexuality Construction, Pornography, and Gender Violence: A Qualitative Study with Spanish Adolescents. Sexuality & Culture. https://doi.org/10.1007/s12119-025-10326-3
Estudio financiado por: I+D+I FEDER del Fondo Europeo Regional de Desarrollo de Andalucía (B-SEJ-332-UGR20) y el Programa de Unidades de Excelencia María de Maeztu, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y el Ministerio de Universidades a través de la Agencia Estatal de Investigación (Ref. CEX2023-001312-M / financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033 y la ayuda UCE-PP2023-11 financiada por la Universidad de Granada)
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